bon iver 22 a million

Explorar el paso del tiempo y nuestra existencia, en el más experimental de los álbumes de Bon Iver

bon iver 22 a million

En 2016 toda la comunidad indie musical tenía puestos los ojos sobre Bon Iver que, después de 5 años sin publicar disco, anunciaba un álbum que rompía su silencio y desinterés por el proyecto. Justin Vernon es una persona frágil, compleja, realmente emocional y después de triunfar con su álbum homónimo (Bon Iver, 2011), no tenía nada claro hacia donde encaminar un nuevo proyecto. Finalmente, el lanzamiento de 22, A Million significó un shock considerable para el público por la evolución tan crucial que había tenido el sonido del artista y sin embargo, algo era claro, se trataba de una obra única, digna de obtener esa denominación de «game changer», una pieza que cambió la concepción de la música folk y de sus posibilidades.

Hablar de un proyecto en retrospectiva no puede ser igual que el análisis de lanzamiento de una obra. Cualquier review de este álbum nos lleva inevitablemente al papel fundamental de la música electrónica dentro de este álbum, nos lleva a estudiar la evolución sonora del sonido de Vernon y a entender por qué suena de una manera y no de otra. Cuando enfrentamos la review de un álbum Gold, lo hacemos con los sentimientos por delante, con cómo esa pieza se ha quedado en nuestro recuerdo y en el del artista, y en definitiva con una cuestión como epicentro del texto: ¿Qué es lo que nos evoca?

La nota de prensa del álbum decía «22, A Million es en parte una carta de amor, en parte el final de dos décadas de búsqueda personal por comprenderse a uno mismo como una religión. Y la respuesta interna de quizás nunca encontrar esa comprensión.» Bon Iver entra hasta lo más profundo de su ser para encontrar lo que le hace ser él y no otro, lo que le define como algo concreto dentro del universo. «Las 10 grabaciones poly-fy del álbum son una colección de momentos sagrados, tormentos y salvaciones del amor, el contexto de recuerdos intensos, señales que se pueden atribuir a un significado o ignorar como una coincidencia.»

Escuchar este álbum te puede llevar por dos caminos: uno, en el que fijas tu atención en la sonoridad de la voz de Vernon y sus alteraciones, en los detalles de producción lo-fi que hay en varias de las piezas, en los recursos utilizados y, en definitiva, dejarte llevar por el puro análisis musical, o puedes olvidarte de esa realidad y dejar que la música entre en tu interior y sea la herramienta para intentar ofrecer significado a todas esas memorias personales que bailan en nuestras cabezas.

La música de Bon Iver siempre tiene un cierto aire de nostalgia, de romanticismo en el sentido literario. Escuchar 22, A Million es una experiencia de recogimiento, hasta la fecha el álbum que más me ayuda a mirar hacia el pasado y como en el caso de Vernon, intentar comprender quiénes somos y rememorar mis experiencias no con una tristeza simple, sino con el lamento natural de la futilidad que todo lo rodea. En cierta manera, es como la banda sonora espiritual de Boyhood, una película que no obtuvo la aclamación popular pero si dejó asombrado al sector al ofrecer y estudiar un concepto como el paso del tiempo de la manera más humana que el medio seguramente haya presentado en sus 120 años de historia.

Es evidente que no se trata de una obra concretamente sencilla: la nomenclatura de las piezas es muy abstracta y hablamos de canciones extremadamente experimentales, una obra llena de idas y venidas, de conceptos abandonados a medio camino y vías que uno explora momentáneamente. Pero en el fondo, es como la vida, es seguir el camino recto pero intentando salvar algo de nuestro tiempo para esos grandes momentos, para esos callejones sin salida, para esos intentos y esperanzas que quedaron en nada, aquellas locas aventuras que uno siempre mirará con una sonrisa. Por ello, 22, A Million permanecerá por siempre como una de las obras más bellas y emocionales de la música moderna.

Biografía de Bon Iver

Por KUBO

La redacción del Kubo Musical es llevada por Miguel Vico. Porque aspiramos a mucho más: imagina, descubre, comparte.