
Idles da un paso adelante en su carrera con su nuevo álbum Ultra Mono
En ocasiones escuchamos discos que nos hacen preguntarnos (especialmente cuanto más antiguos son; curioso fenómeno el de inventar historias para nuestras canciones favoritas) el contexto en el que fueron creados. Conocer las circunstancias históricas es tarea fácil; basta con “googlear” la Wikipedia para saber hasta el color de los calcetines del presidente de los Estados Unidos de turno.
Sin embargo, conocer el estado anímico de los artistas cuando componen es uno de los fetiches melómanos más codiciados, ¿Qué estaría sucediendo en la vida del artista? ¿Cómo se sentiría John Lennon cuando compuso Across de Universe? ¿Qué circunstancias emocionales rodeaban a Robert Johnson mientras escribía Come on in my kitchen?
Este halo de misticismo que nos empuja a elucubrar teorías nos acompaña de manera habitual. Pero, como en todo, hay excepciones, y en ocasiones la realidad es que el disco o canción que escuchamos es claro como el agua y deja entrever perfectamente la intencionalidad de su autor y su estado anímico, de forma que da muy poco lugar a fantasías.
Esto es, simple y llanamente, lo que sucede con Ultra Mono, el nuevo disco de Idles que, debido a su obviedad -en el mejor sentido de la palabra- hace que te preguntes si no hay un mensaje oculto; una especie de señal masónica secreta, una interpretación profunda y misteriosa. Si uno busca esto, lo que se va a encontrar son doce bofetadas explícitas con la inconfundible firma de los cinco de Bristol.
En este tercer disco, los ingleses continúan fieles a su estilo y ofrecen unas letras tan mordaces como humanas. En ellas tratan de narrar nuevas realidades con su característica agudeza para encontrar esos pequeños pecados que caracterizan a las personas y, por ende, también a las sociedades a las que pertenecen.
El disco abre con War, probablemente uno de los mejores temas. Lo más llamativo es la manera en que la sonoridad vocal acompaña a la narrativa de la letra. Esa descripción de paisajes sonoros te imbuye en el ambiente bélico que relata la canción. No trata de despertar sentimientos melancólicos, sino de conectar al oyente con la agresividad del conflicto y la rabia que despiertan sus fatales consecuencias.
A continuación suena Grounds, segundo adelanto que la banda publicó unas semanas atrás. Un tema histérico que cuenta con algunos arreglos de sintetizadores que le otorgan cierto aire vintage, en contraste con sus típicas guitarras a caballo entre el indie rock y el punk.
Le sigue Mr. Motivator, primer single que contó con una gran acogida entre los fans y la crítica y que nos ofrecería un pequeño retrato de lo que sería el disco. Para el videoclip, que publicaron junto con la canción, la banda pidió a sus fans que se grabaran haciendo ejercicio en sus casas -el tema salió durante el tiempo en que medio planeta se encontraba en confinamiento. ¿El resultado? Una divertida sátira acerca de la gente que se obsesiona con el deporte.
Le suceden Anxiety, Kill them with kindness, y Model Village. Esta última suena a Sex Pistols sólo hasta el estribillo, que se convierte en un tema de The Who si Roger Daltrey estuviese resfriado. Es, sin duda, una de las más pegadizas. Especialmente desmarcada del resto de canciones de la banda debido a la diversidad sonora en sus diferentes partes, introduciendo esos sonidos electrónicos ya mencionados. Ne touche pas moi, séptimo corte del disco, suena más a rock noventero que a post punk.
Esos toques de guitarra, que suenan como si te persiguiera una nube de avispas, hacen de este un tema explosivo y bailable; una orgía de sonidos y alaridos más animales que humanos a la que le sucede Carcinogenic, mucho más lineal y ordenado, con tintes que recordarán al hip-hop de principios de los años noventa. Una combinación que funciona bien y disminuye la tensión y el frenético ritmo llevados hasta este punto.
A continuación suenan Reigns, una especie de Frankenstein musical mitad mantra sectario y mitad estribillo explosivo. Un tema que crece a cada segundo que pasa hasta convertirse en un tsunami de sonidos y sensaciones.
The Lover cuenta con una de las letras más intensas y ocurrentes. Consigue pegar una melodía “popera” y vacilona sobre una oscura base musical. Una combinación que suena extraña y cercana a su vez. Una canción de amor encima de una batería y unos golpes de guitarra al puro estilo Marilyn Manson.
Por último, A Hymn y Danke ponen el broche de oro a un disco estremecedor y rabioso, aunque también melancólico y delicado a su manera. La primera es una profunda pieza con una producción que desprende un delicioso aroma ochentero, así como unos arreglos que contribuyen a llenar el espacio dejando a la voz el hueco suficiente para que nos transmita ese sentimiento de héroe marginado listo para salir a pelear de nuevo.
En el caso de Danke, ejerce como canción que procura dejar con buen sabor de boca al oyente. Un tema enérgico y selvático que podría ser perfectamente el cierre para los conciertos de su próxima gira, que comenzará en 2021 y podremos ver en España el 8 de junio, en la Sala Riviera de Madrid (Entradas aquí).
Como no podría ser de otra manera, Ultra Mono es un reflejo de los problemas y aspiraciones de muchos. Un testimonio con el sello Idles pero lo suficientemente distinto como para que nuestra fe en una de las bandas de la escena post punk más importantes de nuestro tiempo continúe en alza.