
Josep Vilagut expresa su proceso durante la pandemia en su primer álbum
A pesar de haber sido un año aciago para la música, muchos dentro del mundillo ponemos nuestras expectativas en la oportunidad que todos los artistas han tenido para parar y crear música durante el confinamiento. Aferrados a la creencia de que de esa experiencia inevitablemente tendrán que salir obras (muchas y de gran calidad), progresivamente se empiezan a ver noticias de ello. Josep Vilagut es uno de esos casos: siendo productor musical por años de grupos como Honolulu o The Lucies, el confinamiento le ayudó a tomar la decisión de crear su propia figura artística. Fue así como nació Señor Suerte y su álbum El Infierno.
Un proyecto ideado y completamente gestado durante el confinamiento domiciliario de los meses de primavera y que hace referencia directa a esta experiencia. «Ocho canciones en orden de gestación, sin saltos en el tiempo y sin plan alguno más que el de retratar las distintas fases emocionales y el enfrentamiento con uno mismo durante la pasada primavera, de forma visceral y honesta», explica Vilagut en su perfil de Instagram.
En el momento en el que sabemos esto, la conceptualización del proyecto se hace mucho más accesible. Cada canción forma un capítulo: Enfado, Ensoñación, Nostalgia, Despedida, Despertar, Espera, Luz, Liberación. Unas fases que también encajan con el habitual proceso por el que avanzamos al gestionar una pérdida.
Un proyecto musicalmente enmarcado dentro del boogie rock que nos despierta con ritmos enérgicos y un papel protagonista para la guitarra, que da comienzo a todas y cada una de las canciones. La sonoridad tan precisa del proyecto nos deja varias piezas destacadas, fundamentalmente Un Beso y una Flecha (VII La Luz) donde el optimismo por escapar de la realidad narrada inunda la música de Señor Suerte. Por contrapartida, El Descalabro (I El Enfado) denota la molestia, el malestar de un suceso inesperado (recita la canción: «las horas invertidas / encerrados / somos el experimento / la decisión precipitada»). A pesar de ello, es música donde el apartado instrumental y vocal se entrelazan para realmente no dar ningún momento de optimismo ni pesimismo, entremezclando los sentimientos encontrados naturales de una vivencia así.
La voz de Josep Vilagut es francamente característica en El Infierno y, aunque encaja bastante bien con estas piezas más rockeras, pierde fuelle en las piezas más acústicas y lentas. No Soy lo Que Ves (VI La Espera) comienza con su voz tratando de emitir un canto emocional y valiente que, por el contrario, solo nos genera rechazo. Lo mismo sucede en Valiente (VIII La Liberación) donde se demuestra que la voz no es el talento principal del artista.
El Infierno narra con exactitud lo que hemos sufrido durante los últimos meses y, a pesar de que quizás se pasa de evidente, se convierte en una pieza nacional muy interesante y reflejo de lo que puede salir de esta experiencia: nuevos artistas con ganas de proponer y crear grandes obras. Señor Suerte busca su camino propio en la música y no va desencaminado.