le parody

Puede que no sea una de las artistas nacionales más populares del panorama musical actual. Pero que Le parody se ha hecho un nombre dentro de la escena electrónica española es ya una realidad. Su fiel grupo de peregrinos ya tenían todo preparados para asistir a una de las últimas fechas del ciclo 981Heritage Son Estrella Galicia, a los que poco parecía importarle que aquella noche en los aledaños de la sala Independance de Madrid la noche no acompañase. Ni el frio, ni la lluvia, ni el alboroto de las manifestaciones por la cumbre del clima pudieron evitar que acudieran al evento sus «devotos».   

Nada más entrar y para calentar, que buena falta hacía, arrancó la noche con una actuación de la artista Ivankovà. Su música ambiental, donde los sonidos orgánicos se transformaban en electrónicos y su uso del mantra y la repetición, creaban una atmósfera espiritual perfecta para dar la bienvenida a los peregrinos que iban llegando. Su estilo bien nos recordaba a algunos de los artistas que pudimos ver en la última jornada del Festival L.E.V., pues el aura experimental era un aspecto inherente al show.

Poco duró la calma y llegó el turno de Le Parody. Que pregunten al público que presenció el concierto, que sí, que éramos pocos, pero entregados, porque ante una propuesta musical tan auténtica los sentidos no pueden más que sucumbir y pedir una dosis más. Le Parody se plantó en solitario sobre el escenario, tras toda esa maquinaria programable y la sala entera entró en efervescencia.

Una actuación que estuvo repleta de novedades, y no es para menos, recién estrenado su tercer disco, Porvenir, los sonidos nuevos transformaban el ambiente en una nube de andalucismo, de reivindicaciones políticas, de miradas transversales, imaginarios mixtos, fronteras abiertas y dolores curables.

Es fácil tender a pensar que, ante una propuesta tan compleja, lo difícil sea que la misma llegue al público. Que este lo entienda y capte la esencia de esta con todos los matices. Pero por sorprendente que quizás parezca, esa conexión se produjo. Poco tardó el público en sintonizarse con el ritmo y los arrebatos de la andaluza. Llegó el final de la actuación y Le Parody se marchó entre aplausos y gritos de sus susodichos peregrinos mientras estos abandonaban la sala exhaustos de la intensidad del concierto, el viaje había merecido la pena.

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